¿Cuál es la manera correcta de comer torta ahogada?
La primera vez que comí una torta ahogada la habían traído mis suegros de Guadalajara. Me dijeron que era de con Dany, y durante cerca de 6 horas la carne y los birotes estuvieron en una hielera con las salsas, la cebolla, los limones y algunos tacos de frijol. No recuerdo cómo calentamos las cosas, probablemente todos los ingredientes ya estaban listos cuando me acerqué a la mesa. Me sentía muy nervioso. Era la primera vez que veía a los papás de Ale y siempre me ha hecho sentir algo ansioso comer frente a personas que no conozco.
Había oído hablar de las famosas tortas ahogadas y nunca me llamaron la atención, incluso en ese momento, a punto de comerme una. Tras haber terminado de preparármela, el papá de Ale me advirtió que para que me supiera como una torta ahogada de verdad, tenía que ponerle MUCHO picante, y tratando de no defraudarlo, bañé mi torta en salsa. Fue una experiencia traumática, pero creo que salí más o menos bien librado: con todo y que mi boca se había convertido en magma, apenas derramé un par de lágrimas mientras veía a mi suegrito sonreír.
Fuera del enorme picor en mi boca, la sensación fue curiosa. Para empezar, el birote es mucho más duro que un simple bolillo, además de que no es tan masudo. Por eso no se desbarata al bañarlo, al contrario: se vuelve necesario mojarlo para poder triturar bien el pan que resguarda la carne.
Nunca en mi vida habría vuelto a probar una torta ahogada, pero por razones de la vida (una pandemia y un matrimonio) me fui a vivir a Guadalajara con Alejandra. Fue inevitable volver a enfrentarme a la dichosa ambrosía de los tapatíos, y es que pasa una cosa rara allá: que muchas personas en Jalisco suelen bañar sus alimentos, ya sean gorditas, lonches (los lonches bañados no son tortas ahogadas) tacos de barbacoa o tamales. La experiencia, durante este segundo round con la torta ahogada, fue diametralmente distinta, y descubrí que tenía ante mí la cosa que más rica que jamás había probado.
Mi reintroducción a las tortas ahogadas no pudo ser mejor, pues fue con el Profe Jiménez, en un pequeño negocio cerca del Mercado de Santa Teresa. En su menú se pueden encontrar varias cosas, y a quien vaya le recomiendo especialmente las Mariposas. Según Alejandra, sus carnitas las preparaban con Fanta, yo no sé, pero tenían un color rojizo que pocas veces llegué a ver en otros puestos de tortas.
Así fue como inició un capítulo muy especial en el casi año y medio que estuve viviendo en Guadalajara: mi obsesión con las tortas ahogadas. No mentiré, si tenía oportunidad, llegaba a comer hasta tres veces a la semana. El ritual era más o menos el mismo en todas partes, y solo difería dependiendo de los ingredientes que los mismos establecimientos me proporcionaran. En general, mi consumo consistía en una torta ahogada y dos tacos de frijol con carnitas.
Mi credencial es esa: ser un obseso de las tortas ahogadas. Así que ahora, desde mi arrogante chilanguez, me dispongo a señalar las maneras correctas de comer una torta ahogada:
- Nunca, jamás, le juegues al vivo con las salsas picantes. Habrá unas más enchilosas que otras, pero en general, siempre son MUY picantes.
- Las salsas siempre variarán dependiendo del tortero, y esto también puede cambiar tu experiencia.
- La torta ahogada es un alimento pesado. Si vas crudo, probablemente sientas alivio después de comerte una, pero nunca te fuerces. Llevar en el bolsillo bitartrato de potasio siempre es una buena opción.
- Lo mismo pasa con los aditamentos: habrá quien te ofrezca rábanos y quien no, quien tenga cebollas cocidas con limón y quien las haya preparado más bien con vinagre. Prueba en más de un lugar, y quédate con el que te enamore.
- Existen varias bebidas para acompañar tu torta ahogada. Algún que otro diletante te dirá que el vino tiene el mejor maridaje con el sabor de la carne y las salsas: MENTIRA. Como pasa con los tacos al pastor, una torta ahogada siempre sabrá mejor con una Coca bien fría.
- Con monchis, lo mejor que podrías hacer es acompañar tu torta con un par de tacos. Los hay de papa y de frijol, yo prefiero los de frijol, pues la semilla tiene un mejor sabor cuando se moja en salsa (porque los tacos también se bañan), además de una consistencia más agradable junto con la carne y lo crujiente de la tortilla.
- Si piensas probar una torta ahogada en Ciudad de México o cualquier otro lugar que no sea Jalisco, tienes que saber que ni de cerca será una experiencia cercana a la tapatía. El birote es el problema, y es que, no sé si no se habrán dado cuenta, pero este tipo de pan solo se produce en Guadalajara, y los que se distribuyen en CDMX, por ejemplo, son birotes congelados que vinieron de allá.
- No existe una manera correcta para comerse una torta ahogada. Puedes hacerlo en bolsita, con las manos, con los pies, con tenedor, cuchillo y cuchara, da igual. Lo importante es que te animes a probar algo nuevo y por lo menos más de una vez. Si un chocolate no te gustó la primera vez que lo probaste (aunque no conozco a nadie a quien le haya pasado), tal vez fue porque era muy amargo… ¡o muy dulce! O porque de verdad era malo para ti, igual es válido. Nuestra memoria sensorial y nuestros agrados están condicionados a nuestras experiencias, y todos tenemos experiencias diferentes. Lo que me puede gustar a mí, no necesariamente te tiene que gustar a ti. Pero tienes que probarlo, es tu responsabilidad como algo que existe y luego muere. Como bien decía el buen Jodorowsky, entre hacer y no hacer siempre elige hacer, porque por lo menos así te llevas la experiencia.
Si buscan un gran lugar de tortas ahogadas en Guadalajara, recomiendo encarecidamente las de Dany, en la Colonia Americana (sí, mi primer enemigo se convirtió finalmente en mi señor), y si buscan una experiencia más gastronómicamente histórica, tienen que acudir a las tortas de Don José, el de la bicicleta. Porque según cuenta la leyenda, él fue el creador de este magnífico alimento, y las sirve con salsas enteramente crudas.
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