Adolfo de Jesús Constanzo: El hechicero cubano que fundó una secta narcosatánica en México

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En la primavera de 1989 fue reportado como desaparecido en Tamaulipas el estudiante norteamericano Mark Kilroy. Un grupo informal de vigilantes estadounidenses unió esfuerzos con la policía mexicana en la búsqueda del joven, pero los resultados habían sido infructuosos. No sería sino por casualidad (o más bien, bajo las condiciones creadas por un estúpido accidente), que la policía encontraría al joven, o por lo menos lo que quedaba de él, dentro de un caldero en un rancho escondido en Matamoros, junto a los restos de más de una decena de personas. Este terrible escenario había sido creado por los “Narcosatánicos”, reduccionista mote con el que los medios bautizaron al culto de Adolfo de Jesús Constanzo, narcotraficante y asesino serial que, instruido en las artes del Palo Mayombe, sembró el terror de manera secreta en el norte del país.

Aprendiz de brujo

Descendiente de inmigrantes cubanos, Adolfo llegó a Miami, en Estados Unidos, en 1962 y a la edad de 6 meses. Su madre tenía solo 15 años, y pronto decidió moverse junto con Adolfo a Puerto Rico, en donde con el pasar de los años instruiría a su joven hijo en la religión del Palo, una doctrina afroamericana, sincrética y politeísta, derivada de la religión kongo. En Puerto Rico, Constanzo fue arrestado varias veces junto a su madre por delitos menores como robo y vandalismo. Al llegar a su adolescencia, un sacerdote de Palo Mayombe lo inició verdaderamente en los misterios de la religión, incluido el conocimiento para dar forma a un Nganga, caldero de hierro en el que vive el espíritu patrón del palero y el cual es alimentado con restos de seres vivos, incluyendo seres humanos.

Convertido finalmente en un palero, Adolfo se mudó a la Ciudad de México, en donde comenzó a trabajar como modelo.

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El Palo es una religión afroamericana | Imagen: Wikipedia

Leyendo el tarot en la Zona Rosa

Ya lo decía Vicente Leñero en sus crónicas sobre la Zona Rosa: “demasiado tímida para ser roja, pero muy atrevida para ser blanca”. Pues fue en este ambiente, ilícito y escandaloso, en donde Constanzo, con poco más de 20 años de edad, empezó a ejercer como modelo y tarotista. Atractivo y misterioso, el palero muy pronto logró hacerse de un pequeño grupo de seguidores con los cuales mantuvo relaciones sexuales. Estos entusiastas del brujo se convirtieron en la base de su culto, y con ellos formó una caótica y abusiva familia.

Las lecturas de Tarot y los “hechizos de protección” de Adolfo de Jesús fueron creciendo en demanda. Al principio acudían a él personas por mera referencia, pero sus proezas empezaron a volverse populares y pronto personajes del mundo del espectáculo, la política y el crimen acudieron también a él en busca de consejo y del poder de sus sortilegios. Por supuesto, muchos de los hechizos de Constanzo requerían sacrificios: gallinas, corderos, boas, cachorros de león incluso. Mientras más grande el animal, más poderoso y certero podía ser cualquier encantamiento.

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El hechicero poseía una personalidad misteriosa y magnética | Imagen: El Mundo

A estas alturas, integrantes de alto rango en las fuerzas armadas mexicanas también habían escuchado de las hazañas de Adolfo, de esta manera, el cubano entró en contacto con el Jefe de la Interpol en México, Florentino Ventura Gutiérrez, a quien ofreció visiones de su futuro y hechizos de protección durante dos años a cambio de una sustanciosa recompensa monetaria, pero este no fue el único pago para el brujo, pues Florentino (así como otros integrantes de las fuerzas del orden en México) también compartió información clasificada, detalles sobre el flujo patrullas y rutas de los operativos, que Constanzo aprovechó en sus sesiones con narcotraficantes para virar hacia puntos positivos la suerte de sus clientes criminales.

A la edad de 23 años, Adolfo se introdujo en las Grandes Ligas del crimen en México de la mano de Guillermo Arturo Calzada, un poderoso narcotraficante de cocaína, pero sediento de mayores riquezas, el brujo terminó por exigir un pago mayor por sus servicios bajo el pretexto de que sus hechizos habían sido los que propiciaban en éxito en cada operación. Calzada se negó de inmediato, lo que solo aceleró su muerte y la de sus allegados a manos de Adolfo de Jesús Constanzo y los integrantes de su culto.

Sacrificios humanos

Los cuerpos de la familia Calzada, incluidos guardaespaldas y otros miembros de servicio, fueron mutilados y algunos de sus órganos extraídos. Esto representó un éxtasis para Adolfo, quien se jactaba al asegurar que los espíritus de todas las personas asesinadas fortalecerían su Nganga, volviéndolo a él más fuerte por consecuencia. Pero esta no fue la única recompensa: al menos 100 mil dólares en efectivo, y varios kilos de cocaína también se habían sumado al botín de Constanzo después de haber acabado con el clan Calzada.

Ya fuera por destino o simple casualidad, poco tiempo después del incidente Calzada, Salvador Vidal García, uno de los más fieles seguidores del brujo, había sido ascendido como agente de narcóticos y reubicado en Matamoros, Tamaulipas, a donde se movió también Constanzo con la ambición de crecer como narcotraficante. Salvador conectó a Constanzo con la familia Hernández, un clan que había entrado en decadencia, pero que en años anteriores se había erigido como un exitoso grupo que contrabandeaba mariguana.

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La musa y sacerdotisa de Constanzo | Imagen: El Norte

Para afianzar su vínculo con la familia Hernández, Costanzo abordó premeditadamente a Sara Aldrete, joven de matamoros y ex novia de Helio Hernández Rivera, el nuevo líder del clan. Bajo la promesa de unificar nuevamente a la familia, Helio aceptó al palero dentro de su grupo. No solo los negocios retomaron su curso y el dinero volvió a las arcas del clan, Constanzo también apuntó hacia Sara, convirtiéndola en sacerdotisa de su culto y también en su amante.

Con la intención de hacerse más poderoso, Constanzo instaló una nueva Nganga en el Rancho Santa Helena, propiedad de la familia Hernández. Para satisfacer las necesidades de este nuevo espíritu, el hechicero emprendió una cacería junto a sus subordinados. De esta manera, al menos 13 personas fueron asesinadas como sacrificio ritual para el Nganga (aunque se cree que el número de víctimas podría ascender hasta 26).

Fue así como el culto de Adolfo encontró a Mark Kilroy, un turista estadounidense que vacacionaba en la ciudad de Matamoros.

Mira mamá, soy invisible

Torturado y brutalmente asesinado, las partes del cuerpo de Mark se convirtieron en alimento para el espíritu de la Nganga, sin embargo, los asesinos nunca sopesaron las consecuencias que el secuestro de un ciudadano estadounidense podría acarrear, y muy pronto varios contingentes de detectives se lanzaron en su búsqueda. Dos semanas después del asesinato de Mark, los esfuerzos de los buscadores parecían vanos, pero los hados o la mala suerte del hechicero dirigirían a las fuerzas del orden al Rancho de Santa Helena.

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La Nganga de Constanzo estaba llena de restos humanos | Imagen: La Prensa

Todo ocurrió durante un operativo, cuando Serafín Hernández García, miembro del culto que se dirigía al rancho en una camioneta, se saltó un control de policía creyendo que, gracias a la magia de Constanzo, era literalmente invisible. Los agentes no solo vieron la camioneta de Serafín, sino que la siguieron hasta el Rancho Santa Helena. Creyendo que se encontraban solo ante una base de contrabando de drogas, los oficiales exploraron el lugar descubriendo una escena completamente terrorífica.

Varios miembros del culto de Constanzo y de la familia Hernández fueron detenidos, a excepción del mismo Adolfo, Sara y algunos de sus hombres más cercanos, quienes se habían refugiado en un departamento en la Ciudad de México. Pero la policía los había localizado, así que, en un acto de total desesperación, el brujo ordenó un suicidio grupal. Adolfo murió junto a uno de sus amantes, mientras que Sara, y otro par de los seguidores del hechicero, se entregaron a la policía.

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