La Cicatriz de BoJack Horseman
En diversos ámbitos del entretenimiento se puede notar la percepción, que los artistas y los directores, tienen sobre la salud mental de sus protagonistas.
Ya sea en los testimonios directos en las pinturas de Van Gogh y Frida Kahlo, las canciones de John Lennon y Kurt Cobain, o una infinidad de series y películas, muchas obras artísticas parecen tener un impacto mayor en nuestra percepción de los padecimientos mentales que aquejan a la humanidad.
En años recientes, una serie fue muy comentada y alabada por su aportación a la psicología de los medios, quizá de una forma muy cruda y lúgubre.
El personaje central nos lleva por un largo recorrido que muestra las dificultades de lidiar con una infancia difícil, un hogar quebrantado, el abuso de drogas, las conexiones emocionales fallidas y las malas decisiones derivadas de todo ello.
Es una historia que para muchos ha sido imborrable como las cicatrices emocionales de sus protagonistas.
La serie de BoJack Horseman fue concebida por el comediante y productor Raphael Bob-Waksberg e ilustrada magistralmente por su amiga de la secundaria, la ilustradora Lisa Hanawalt.
Bob-Waksberg recordó unos bocetos que Lisa había estado preparando. Se trataba de un caballo humanoide, para un show que llevaría por nombre BoJack, El caballo deprimido que habla. Bob le pidió que le mandara algunos bocetos y ahí nació la idea que dio vida a BoJack Horseman.
Este caballo con cuerpo humanoide vive en un mundo surreal, donde humanos y animales antropomorfos conviven uno al lado del otro y en donde encontramos un sinfín de personajes que recorren los 77 episodios de la serie.
El pequeño equino creció en una casa envenenada por sus padres separados. Su madre Beatrice, heredera de una empresa fabricante de cubos de azúcar, le hizo saber todo el tiempo que su llegada al mundo le había impedido alcanzar sus sueños; así que, frustrada y amargada, trató a BoJack con todo el desprecio del que era capaz.
Con el paso de los años, BoJack se fue interesando en la actuación, hasta que logró convertirse en el protagonista de un exitoso sitcom de los años 80 llamado Horsin’ Around. En el show, este joven remedo de Bill Cosby, intenta educar a tres huérfanos humanos.
Desde luego, el programa llega a su fin y luego intenta crear su propia serie, El Show de BoJack Horseman, el cual fue cancelado luego de una temporada poco exitosa.
A partir de este fracaso, BoJack toma una actitud rencorosa y amargada contra la industria que parece sabotear cada oportunidad que se le presenta para volver a actuar.
Desde luego, muchos de sus problemas se derivan del abuso de drogas y alcohol, de cierta forma heredados de la propia adicción de su madre, además de las terribles decisiones que ha tomado, y el infierno de vivir su infancia con unos padres infelices que descargaban en él todas sus frustraciones.
La premisa de BoJack Horseman no parecía ser nada original en 2014, año de su estreno. En realidad, sólo parecía ser una historia más sobre un personaje de edad media y su crisis de adulto contemporáneo.
Sin embargo, cuando los espectadores se dieron cuenta que este personaje hacía cosas terribles sin consecuencias inmediatas, la perspectiva sobre la serie cambió.
Un poco en la tradición de programas como los Simpson y South Park, el programa recurre a todos los estereotipos posibles, exagerándolos para tratar temas arriesgados y políticamente incorrectos, como el aborto, las adicciones, la identidad sexual y, sobre todo, la salud mental.
BoJack es un personaje dañino, autodestructivo y a la vez entrañable. En cierta medida, guarda muchas similitudes con Walter White de Breaking Bad o con Don Draper de la serie Mad Men.
Personajes masculinos, dominantes, que realizan todo tipo de malas acciones; desde el engaño, la violencia y el asesinato.
Conforme más sabemos de su pasado, nos va quedando claro que, al igual que sus padres, BoJack es un individuo infeliz que anestesia su dolor con drogas, alcohol y relaciones tormentosas.
Su autodesprecio y sus sabotajes constantes a todo intento de estabilidad, son sólo un reflejo de un alma profundamente lastimada.
Es por ello que los creadores de la serie también recurren a muchos momentos de humor, pues de lo contrario, el programa sería demasiado pesimista y sombrío para ser tolerado más allá de un par de capítulos.
BoJack está en la búsqueda de respuestas como todos nosotros: esperando encontrarlas en nuestros ídolos de juventud, en una pareja, analizando obsesivamente el pasado y en las sustancias que alteran la conciencia.
Muchas series han plasmado este arquetipo. Un personaje de moral y conductas cuestionables, que de alguna forma se están justificando constantemente, porque en un principio sus intenciones eran buenas.
¿Qué es lo que nos involucra tanto con los personajes de Bojack Horseman? La veracidad de sus errores.
Verlos llegar a sus puntos más bajos nos conmueve profundamente, porque todos hemos estado en alguno de ellos.
Es por eso que, cuando algo bueno les sucede, es imposible no alegrarse con la misma intensidad.
Hablar de la salud mental y la depresión, se sigue considerando un tema tabú en el mundo del entretenimiento.
Se intenta ocultar bajo la alfombra lo que es un problema evidente de millones de personas que sufren en silencio, o que tienen este tipo de comportamiento destructivo que se vuelve un círculo vicioso.
Lo valioso de una serie como BoJack Horseman es que no intenta desaparecer mágicamente los problemas.
La lección que aprendemos es que salir de la depresión y las adicciones es un proceso, y que todas las cicatrices nos quedan en el alma o en el cuerpo.
Las cicatrices de BoJack y los otros personajes no desaparecen, se quedan ahí, como lecciones luminosas para recordarles todos los lugares o momentos donde metafórica y literalmente se quebraron.
La serie no termina con un final feliz, no hay redención automática. De lo contrario se habría perdido el mensaje central de BoJack Horseman: todas las acciones tienen consecuencias.
Nos queda claro que el poder corrompe y envilece, pero el poder mediático de una estrella resentida, con problemas mentales y de adicciones, es aún más letal.
La gente de la farándula sabe que las reglas sociales y legales, de alguna forma se ajustan para ellos, se saben diferentes y por eso actúan sin pensar en las consecuencias.
De ahí que se hubieran derivado movimientos como el de Me Too, que señalaba principalmente a figuras mediáticas sobre sus abusos, manipulaciones y actitudes machistas, homofóbicas o racistas.
Habría sido demasiado fácil que BoJack Horseman fuera perdonado por todos, pero no fue así. En su descomunal narcisismo, el caballo deprimido es condenado a continuar vivo siendo BoJack Horseman. A seguir mirando sus cicatrices con la esperanza de mejorar algún día.
Su castigo y recompensa es saber que la vida es una mierda y no te mueres. La vida es una mierda y sigues viviendo.